M.Sc Rodrigo Quirós Valverde
Aquella mañana tuve un deseo incontenible por sentarme a escribir. Me sucede de vez en cuando. Se presenta sin avisar y arremete con gran fuerza, haciendo que cualquier asunto –por urgente que sea – quede pendiente para otra ocasión. Lo podría calificar como un impulso capaz de apoderarse de mi mente y de mis actos, es decir, algo así como caer en un trance hipnótico impostergable. Sin embargo, a pesar de su espontaneidad, siempre hay algo que lo incentiva, lo provoca, lo alienta…, y, en esta oportunidad, el catalizador fue enterarme de que un costarricense acababa de escribir una nueva y extraordinaria página en la historia de nuestro país.
Me refiero a lo realizado por el ciclista nacional Andrey Amador Bikkazakova, quien participó recientemente en el Giro a Italia –una de las tres competencias ciclísticas de ruta más prestigiosas del mundo- y que la mañana del sábado 19 de mayo ganó con una convincente demostración de su gran talento deportivo la catorceava etapa de este giro.
Acontecimientos como éste no suceden todos los días, y precisamente por su carácter inusual, rompen el rígido equilibrio de lo monótono, de lo superficial y lo trivial. Es algo así como encontrar un verde y exuberante oasis cuando estábamos a punto de desfallecer ante la inmensidad del estéril desierto de lo cotidiano. Máxime, cuando en aquel momento se registraban en el país una serie de hechos que indudablemente impactaron –de manera negativa- el deporte nacional. Entre éstos: futbolistas con un comportamiento inapropiado e inaceptable fuera de la cancha, jugadores que no recibieron su salario en el preludio de la final del campeonato de fútbol de primera división, un campeonato de fútbol “profesional” enturbiado por la falta de claridad en sus normas de competición y el palpable atraso en la construcción de algunas de las principales obras de infraestructura para los Juegos Deportivos Centroamericanos de San José el próximo año.
Ante esa perniciosa marejada de malas noticias en el ámbito deportivo, la sobresaliente actuación de Andrey nos llegó en el momento propicio para regocijar nuestro espíritu y colmarnos de esperanza para un futuro más halagüeño.
Lo realizado por Andrey Amador es tan significativo que sólo puede compararse con la medalla de oro de la nadadora Claudia Poll en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, el triunfo del atleta Nery Brenes en el pasado campeonato mundial (pista cubierta) de Estambul en los 400 metros planos, la destacada actuación de la selección mayor de fútbol masculina en el campeonato mundial de Italia en 1990, el primer lugar del atleta José Luis Molina en el Maratón de Los Ángeles, el título mundial de la boxeadora Hanna Gabriel, el ascenso al monte Everest por parte del escalador Warner Rojas o un poco más atrás el triunfo del atleta Rafael Ángel Pérez en la famosa carrera de San Silvestre en 1974.
Sin temor a exagerar, se puede decir que aquella mañana Andrey logró inmortalizarse, porque se colocó en un grupo selecto de costarricenses que en su disciplina deportiva brillaron más que otros, y, quienes demostraron a todo un país que cuando se lucha sin claudicar por una meta, ésta se puede alcanzar. Su victoria nos enseña que no existen límites cuando es más fuerte la mente y la voluntad, y que no hay imposibles cuando amamos lo que hacemos y nos esforzamos por conseguir lo que se anhela. Hoy Andrey, hace unas semanas Nery, y anteriormente los que les sirvieron de referencia e inspiración, se constituyen en nuestros modelos a seguir, especialmente para los niños y niñas de nuestra nación.
Por otro lado, algunos manifestarán que este hecho sólo estremeció los cimientos del deporte nacional y sirvió de aliciente únicamente a quienes se encuentran inmersos en ese campo. Pensar de esa manera sería una absoluta y total equivocación y un pecado inconmensurable, porque estaríamos ignorando la contribución histórica de las grandes proezas del deporte en la construcción de la idiosincrasia de los pueblos, al igual que ocurre con las grandes manifestaciones en el arte, la ciencia, la matemática, la filosofía, la política o la religión.
Todo lo contrario, lo logrado por Andrey Amador debe motivarnos a todos sin excepción, nos agrade o no el deporte.
Sería como haber cometido la osadía de decir que porque alguien es apasionado por el deporte, no experimentó gran orgullo y satisfacción cuando el astronauta costarricense Franklin Chang Díaz viajó por primera vez al espacio a bordo del transbordador espacial Columbia en el año1986, o cuando el artista Jorge Jiménez Deredia colocó la excepcional escultura de San Marcelino Champagnat en la Basílica de San Pedro en el año 2000.
Por lo tanto, celebremos todas y todos el triunfo de otro hijo predilecto de este terruño y sigamos su valioso ejemplo.
Mil gracias Andrey, hoy tu gesta deportiva nos fortalece y estimula a seguir infatigables en la búsqueda de nuestras metas personales y grupales. Estoy seguro que aquella memorable mañana de mayo permanecerá inspirando por mucho tiempo a miles y miles de costarricenses.
Estoy de acuerdo en todo lo que escribís mi querido Rodrigo, pero centrándome en la enseñanza que me deja este artículo, considero que lo más importante es buscar que nuestras metas se hagan realidad como lo han hecho estas destacadas personas. Sigue adelante, escribiendo y deleitándonos con tus ideas...
ResponderEliminarTe felicito Rodrigo. Tocas puntos sensibles de nuestra sociedad, sin mezquindad y con nacionalismo constructivo. En el fondo das un mensaje de optimismo y esperanza.
ResponderEliminarGracias por este impulso de escribir.