M.Sc Rodrigo Quirós Valverde
“En la
escuela me preguntaron qué quería ser cuando grande y yo escribí: “Feliz”. La
maestra me dijo que no había entendido la tarea, y yo le contesté que ella no
entendía la vida”
John Lennon
En el
curso de la historia, el ser humano ha buscado con ahínco la felicidad. Y,
aunque en ocasiones creyó alcanzarla a través de lo material, la experiencia señala
que la mayoría de las veces esa felicidad fue fugaz, efímera, exigua… Una
considerable inversión de recursos para el logro de breves momentos de
satisfacción que, posteriormente y de manera vertiginosa, desaparecen y se
transforman en un simple espejismo.
Otros
esfuerzos, por erigirse de lo intangible, lo espiritual y verdaderamente
esencial, poseen la ventaja de que este sentimiento perdurará, pues aparte de alegrarnos
se convierte también en un excelente bálsamo para el alma.
Escuchar
el melodioso trinar de un jilguero en las faldas del volcán Irazú, admirar los inigualables
colores de una bella orquídea, deleitarse con los cálidos colores del
crepúsculo una veraniega tarde de diciembre o contemplar la tierna mirada de un
hijo al expresar cuanto te quiere, son situaciones impregnadas de una sutil y
extraordinaria magia que, desgraciadamente, a menudo ignoramos y
desaprovechamos por el “escaso tiempo” de nuestras ocupadas existencias.
Lástima que tanta ceguera impida que acontecimientos como éstos logren
cautivarnos y penetrar hasta los sitios más recónditos del corazón. De permitirlo,
seguramente experimentaríamos la felicidad en su máxima expresión.
No
obstante, los tiempos modernos confabulan en nuestra contra y nos conducen por senderos
estrechos, empinados y pedregosos en los que surgen más y más obstáculos así
como falsos atajos que únicamente sirven para desviarnos de nuestro verdadero destino.
Por eso, el coraje y la sabiduría deben asistirnos en todo momento para nunca claudicar
ni abandonar el arduo caminar y la incesante búsqueda de nuestra felicidad.
Para
nadie es un secreto que en el mundo de hoy reina lo material y la expresión: “Tanto tienes, tanto vales”, sigue
predominando en todo el orbe. Tan tosca y cruda realidad dista radicalmente de muchas
civilizaciones en la antigüedad, en donde a pesar de su gran esplendor, riqueza
y poderío, lo espiritual gozó de un enorme significado e importancia, incluso
para la élite gobernante. En esos días la prioridad de aquellos hombres y
mujeres era agradar a sus deidades y luego satisfacer las necesidades de índole
material, que aunque desde esas épocas han hecho la vida más cómoda y
confortable, no siempre fueron los elementos preponderantes de la existencia
humana.
En la
actualidad, es necesario reflexionar permanentemente sobre aspectos trascendentales
para la vida en sociedad. Uno de los temas prioritarios e ineludibles es sin
duda el materialismo, y, aunque tratar de revertir situaciones tan estatuidas en
nuestro medio resulte una tarea extremadamente difícil, siempre será positivo analizar
desde diferentes ámbitos - la familia por ejemplo- lo pernicioso de conceder una
excesiva y marcada importancia a los bienes materiales y algunas de sus prácticas
más nocivas y deshumanizadoras como el consumismo desenfrenado. Además, si
realmente consideramos a la familia como la célula social y se logra que en
muchos hogares se dialogue sobre estos tópicos, posiblemente se obtendrá, a
mediano plazo, un cambio de mentalidad que indudablemente repercutirá en las
futuras generaciones.
Por
otra parte, es necesario citar a los que rechazan la felicidad y pasan continuamente
cerrándole la puerta cuando ésta se pasea seductoramente en la acera del
frente. Se niegan rotundamente a mirar sus bellos atributos y cuando ella gira
la cabeza para guillarles un ojo, de golpe y agresivamente accionan las
temibles fauces de su persiana. Y, si a pesar de tantos desaires la felicidad
insiste y toca la puerta, no lo piensan dos veces y de inmediato pasan el
cerrojo. Por lo general, se trata de personas rodeadas de verdaderos motivos
para vivir felices, pero padecen una miopía tal que sólo atinan a ver manchas o
siluetas deformes y borrosas a su alrededor. Se caracterizan, además, por una
terquedad desmedida y por ello no buscan una solución a su problema. Si lo
intentaran quizá entenderían que la causa de tal ceguera radica en su propio ser
interior, por lo general lleno de temores, carente de amor e imbuido en el fango
del rencor. Primero debieran perdonarse a sí mismos y luego intentarlo con los
demás, de esa manera, saldrían del sórdido infierno del odio y lograrían divisar
con ojos renovados las múltiples oportunidades que la vida les ofrece para ser felices,
y a la vez, llevar felicidad a los que le rodean.
Desde
siempre el tema de la felicidad ha revestido una importancia mayúscula, es por
esa razón que el 28 de junio de 2012 la Asamblea General de las Naciones Unidas
estableció el día 20 de marzo como el
“Día Internacional de la Felicidad” y se celebró por primera vez en el
año 2013.
Esbozar
un conjunto de recomendaciones que garanticen la felicidad siempre constituirá
una labor infinita e imprecisa. Sin embargo, deseo sugerir, entre muchas, las
siguientes: visite el lugar que siempre soñó, invierta tiempo compartiendo con
las personas que ama, sin importar su edad tíñase el cabello, tatúese la piel o
hágase un “piercing” si eso le hace sentirse bien, use la ropa y accesorios con los que
más se identifique aunque estén pasados de moda, realice actividad física o practique
su deporte preferido y si aquello no le agrada, entonces vaya al teatro, al
cine, a exposiciones o al concierto de su artista preferido, cultive sus
destrezas escribiendo poesía o ensayos, aprenda a interpretar algún instrumento
musical, pinte oleos o acuarelas o simplemente dibuje lo que desee, acérquese a
la naturaleza, admírela e imprégnese de su grandeza, coleccione monedas,
billetes o cualquier otro objeto de su interés, si le agradan las plantas
cultive sus favoritas, si lleva una mascota a su hogar trátela bien y otórguele
cariño, busque incansablemente su crecimiento espiritual e incremente su fe, sea
cual sea sus creencias, indudablemente es el mejor alimento para el alma cuando
las fuerzas lo empiecen a abandonar, ame las personas que tenga a su alrededor
y practique siempre el bien, aléjese de personas agresivas y
malintencionadas, construya y aporte en lugar
de criticar y destruir, no use “máscaras” y sea sincero.
En fin, hágase amigo
incondicional de la felicidad e invítela a pasar a su vida, para ello abra de
par en par la puerta de su corazón y siempre trátela bien para que nunca lo
abandone. De esa manera, empezará a viajar por el camino amplio y despejado, comprendiendo,
quizá por primera vez en la vida, el verdadero sentido de su existencia.
“La felicidad
a menudo se cuela por una puerta que no sabíamos que había quedado abierta”
John Barrymore
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