jueves, 29 de diciembre de 2016

Año Nuevo

M.Sc Rodrigo Quirós Valverde

Se escucha un enjambre de sonidos: gritos, sirenas, fuegos artificiales y en la radio el infaltable y tradicional canto del Ave María. Al unísono, el saludo de la afamada voz del locutor de la radio anunciando la llegada de un nuevo año. Pero detengámonos unos minutos antes de la media noche para contemplar aquel ambiente imbuido de alegría, nostalgia, expectación, nerviosismo e incluso  tristeza, por el año que se va y no volverá jamás. Comparativamente hablando, sería como la historia narrada en la conocida novela: “Crónica de una muerte anunciada” del destacado escritor colombiano - recientemente fallecido- Gabriel García Márquez, en este caso la gran mayoría de los habitantes del planeta conocíamos el destino del año que estaba por terminar menos el propio año viejo ya en el ocaso de su existencia.

Lo cierto es que instantes previos a las doce de la noche del último día del año se suscita todo un abanico de actividades, pensamientos y sentimientos. Algunos centran su mirada en el anhelo de viajar y preparan sus maletas para salir despavoridos -maleta en mano- por el vecindario, otros con las doce uvas de la buena suerte en la mano listas para ser engullidas antes de la última campanada. Si nos encontramos en una cena familiar o departiendo con los amigos, proliferan los abrazos y los besos por doquier y si vamos caminando por la calle, de igual forma saludamos al desconocido como al amigo. En términos generales, reina un ambiente de fiesta y celebración contagiante, creo sin temor a equivocarme que no existe una persona cuerda en el mundo que no advierta el momento preciso en que finaliza un año y comienza el otro.

Durante un buen rato los aires de la madrugada permanecen inundados de aplausos, bebidas, fiesta, baile, cena y música, en donde destaca aquella emblemática canción de Tony Camargo “El año viejo”, prácticamente un himno en esta época de fin y principio de año.

De igual manera, son muy comunes los propósitos que formula la gente para el año venidero. En fin, en esos momentos el optimismo y la confianza alcanzan su máximo nivel y sentimos que nada es imposible.

Sin embargo, transcurridos los primeros días de enero y una vez finalizada la fiesta y la celebración empezamos a saborear de otra manera el nuevo año. Es así como ya no sentimos la misma convicción y positivismo reflejado en pleno jolgorio y el ánimo suele decaer de manera considerable. Quizá sea porque se acabaron los días feriados y las vacaciones, y por consiguiente, se debe regresar a las actividades laborales regulares.

Es triste admitirlo, pero apenas en los albores del nuevo año sufrimos un ataque fulminante de amnesia y los propósitos que juramos y pregonamos con tanto ahínco se nos olvidan por completo y terminarán siendo archivados – para el siguiente año – en lo profundo de nuestro baúl de los asuntos pendientes.

Hacer ejercicio para bajar de peso, dejar de fumar, llegar temprano al trabajo o entrar a estudiar una carrera universitaria se queda solo en buenas intenciones y al final terminan en una simple y llana utopía.

También están los propósitos que atañen directamente a las personas que nos rodean – familiares, amistades y compañeros de trabajo o de estudio –. Entre éstos: visitar un familiar o amigo de quien hace mucho tiempo no se tiene noticias, reconciliarse con el enemigo, ayudar a quien se encuentra en una necesidad económica, escuchar más a menudo a tus padres y comprenderlos, dar tiempo de calidad a tus hijos, compartir más con tu pareja, ser menos chismoso en el trabajo, practicar la proactividad y en general, tratar a los demás como quisiera que nos trataran a nosotros mismos.

Estos propósitos al igual que los anteriores, por lo general serán pospuestos para otro momento a pesar de haberse anunciado con tanta firmeza y convicción durante las festividades de diciembre.

Que diferente sería el mundo si todos estos propósitos pudieran llegar a buen puerto y finalmente concretarse. Indudablemente, este planeta sería un mejor  lugar para vivir.

Por esa razón reflexiona bien en tus propósitos para el año que empieza, en otras palabras hazlo con los pies sobre la tierra y apegado a tu propia realidad. La mayoría de las ocasiones es un grave error plantearse una cantidad exorbitante de retos, pues como dice el sabio refrán: “El que mucho abarca poco aprieta”. Sería mejor centrarse en una o dos metas primordiales y alcanzarlas que construir falsas expectativas muy difíciles de lograr.

Recuerda que es preferible no hacer ofrecimientos que incumplir lo que días atrás se pregonó con tanto entusiasmo, pues lo único que se obtiene es frustración y poca credibilidad en vos mismo.

Finalmente, con propósitos o sin éstos, esfuérzate por abrazar el éxito durante el próximo año y de todo corazón te deseo lo mejor.


“Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasará, otras hacen que suceda”

 Michael Jordan

martes, 29 de octubre de 2013

Un año para recordar

M.Sc Rodrigo Quirós Valverde 

Años hay muchos, pero cuando alguno perdura en la memoria de las personas, seguramente es porque uno o varios hechos significativos sucedieron en su desarrollo. Sin embargo, el acto de recordar un año en particular, merced a las circunstancias presentadas, es algo estrictamente personal o subjetivo, pues un mismo acontecimiento perfectamente puede tener relevancia para algunos, y a la vez, ser considerado superfluo e insignificante por otros.

Es indudable que las múltiples situaciones y experiencias que se presentan en la vida inciden en la posterior valoración que se tiene de los hechos. No obstante, hay eventos que por su misma naturaleza no pasarán inadvertidos, y por ende, gozarán siempre de un enorme significado para la mayoría.

El nacimiento de nuestros hijos, la obtención de un ansiado título universitario, el primer empleo, la fecha de nuestro matrimonio, la adquisición de un importante bien familiar, la esperada jubilación, entre otros, son ejemplos de sucesos que, posiblemente, despertarán en cada uno de nosotros remembranzas del año en que se suscitaron.

En mi caso personal, recuerdo varios años donde se produjeron hechos tan preponderantes como los mencionados anteriormente. Sin embargo, sí tuviera que nombrar un año realmente singular, sin pensarlo dos veces elegiría 1963 por varias razones: en primer lugar, han trascurrido 50 años desde aquel entonces, y el medio siglo, históricamente se ha caracterizado por una marcada connotación festiva. Sólo basta observar la manera tan peculiar de agasajar a quien alcanza esa edad –la famosa “media teja”- o cuando un matrimonio llega a las cinco décadas sin claudicar –las conocidísimas “bodas de oro”-, en ambas situaciones la tradición dicta organizar un tremendo “fiestón” y celebrar con amigos y familiares.

Además, durante aquellos 365 días se presentaron hechos que impactaron tanto a nuestro país como al resto del mundo, algunos relacionados al ámbito político, económico y social, y otros, ligados a inusuales fenómenos naturales. Entre los primeros, recordamos la visita del entonces presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy, en donde –junto a la mayoría de los mandatarios del istmo– se debatió ampliamente sobre el desarrollo económico de la región y se suscribió la “Declaración de San José”, que más tarde propició la creación del Mercado Común Centroamericano. No hay duda que todos esos logros se dieron gracias al protagonismo y liderazgo de Kennedy dentro del programa de ayuda económica, política y social de Estados Unidos para América Latina conocido como: “Alianza para el progreso” y desarrollado entre 1961 y 1970.

En aquel momento, la llegada del presidente de los Estados Unidos representó un hecho memorable para nuestra nación, sobre todo por tratarse de un hombre cuyo carisma supo cautivar a todo un pueblo, tan así que ese mismo pueblo poco después quedaría atónito y lo lloraría como a uno de sus hijos más queridos al enterarse de su asesinato en una calle de Dallas. Los académicos y estudiantes de aquella época y el pueblo costarricense en general, siempre recordarán el discurso que pronunció en la Universidad de Costa Rica un 20 de marzo de aquel año. Algunas frases de aquella memorable disertación fueron: “Es un inmenso placer salir de Washington, donde profesores universitarios me sermonean, y venir a Costa Rica, donde puedo hablar a estudiantes”, “Considero apropiado que el primer discurso en la historia de un presidente de los Estados Unidos a un público estudiantil en Latinoamérica, tenga lugar en este centro de aprendizaje en una nación tan dedicada a la democracia”,  “Las universidades se consideran sitios peligrosos para los presidentes, y estamos agradecidos con ustedes por la cordial bienvenida que nos han dado en esta ocasión. Cada uno de nosotros volverá a casa con la más profunda impresión de lo que puede lograr un pueblo fuerte, lleno de vitalidad”, “¡Viva Costa Rica!, ¡Arriba Costa Rica!, Muchas gracias”, fueron en castellano sus últimas palabras.

Desde aquellos días, Costa Rica fue visitada por presidentes de distintas naciones, incluido los Estados Unidos, pero ninguno generó tanta expectativa y entusiasmo en la ciudadanía como Kennedy. Es interesante, pero hasta se podría afirmar que no sólo el pueblo se exaltó con su llegada, también la madre naturaleza pareció advertir su presencia en suelo nacional y se manifestó a través del coloso de Cartago. Así es, el volcán Irazú, el cual, saliendo de un prolongado período de inactividad expulsó gases y lanzó ceniza y piedras sobre gran parte del valle central y puso a correr a sus habitantes en busca de protección. Parecía como si el enfado de la naturaleza, manifestado desde las entrañas de la tierra, fuese el preludio de lo que posteriormente sucedería en los Estados Unidos con su muerte.  

En otras regiones del mundo también se presentaron más hechos trascendentales, entre éstos, los ocurridos en el Vaticano. Primero, cuando el Papa Juan XXIII publica a mediados del mes de abril la encíclica Pacem in terrís, en la cual exhorta al mundo a vivir en paz, y, tan sólo dos meses después, su deceso a los 81 años de edad, después de cuatro años y siete meses de pon­tificado. Posteriormente, se designaría como nuevo papa al entonces arzobispo de Milán, Cardenal Giovanni Battista Montini, quien decide llamarse Pablo VI.

Entre tanto, la antigua Unión Soviética y los Estados Unidos, en plena carrera espacial, competían por demostrar -ante los expectantes ojos del mundo- quién era capaz de orbitar más veces el planeta o llevar al espacio a la primera cosmonauta. Para ello, cada uno presentaba con “bombos y platillos” sus novedosas naves espaciales, tal y como lo hacen en la actualidad las escuderías de autos de fórmula uno al exhibir sus avanzados modelos poco antes del inicio de la temporada de competencias. Quizás lo más valioso y gratificante para la comunidad mundial de aquella época, fue el convenio que suscribieron estos dos países junto a Gran Bretaña en el mes de julio, en donde se estableció la prohibición de pruebas nucleares en la atmósfera, el espacio y bajo el agua, generándose así un clima de mayor tranquilidad en todo el orbe.

En los Estados Unidos, este fue un año de numerosas protestas y manifestaciones en torno a la discriminación racial. En Carolina del Norte, por ejemplo, se decreta en el mes de junio el estado de emergencia por la presencia de graves disturbios raciales. En agosto, miles de personas marcharon en Washington y sus líderes fueron recibidos en el Capito­lio por los representantes de las frac­ciones Republicana y Demócrata del Senado, y luego, por el pre­sidente Kennedy en la Casa Blanca. La situación tendió a agravarse en setiembre cuando el mandatario estadounidense sometió los distintos grupos policiales de Alabama al gobierno fede­ral, dado que el gobernador de ese estado intentó emplearlos para evitar la entrada de niños negros en escuelas que hasta aquellos días habían estado designadas únicamente a personas blancas. Posiblemente, esa decisión fue la gota que colmó el vaso y propició el atentado que acabaría con la vida de Kennedy a escasos 46 años de edad.

Cincuenta años transcurrieron desde aquel entonces y hoy día se observan extraordinarias semejanzas con aquella época. Por ejemplo, hace unas cuantas semanas el presidente Barack Obama visitó Costa Rica, pocos meses atrás fue electo el Papa Francisco I, tras la renuncia al cargo de Benedicto XVI, el volcán Turrialba -vecino del Irazú- se encuentra activo, y, aunque no existe la discriminación racial de hace 50 años, últimamente hemos observado algunos energúmenos en estadios de fútbol despotricando y profiriendo insultos xenofóbicos hacia varios futbolistas negros.

Todo esto nos conduce a reflexionar sobre el tiempo y atrevernos a pensar en la posibilidad de que cada cierto número de años algunos acontecimientos del pasado tienden a repetirse en el presente, quizás no de forma idéntica, pero si con una similitud realmente asombrosa.  

Es muy normal que las personas recuerden un año en particular de acuerdo a su acervo de experiencias. Por lo que, decisiones de este tipo estarán impregnadas permanentemente de un gran subjetivismo. En mi caso, 1963 siempre ocupará un lugar especial por todo cuanto aconteció en su curso, pero principalmente porque fue el año en que nací y emprendí este viaje único y maravilloso denominado vida.

Un saludo fraternal a todos los que empezaron su peregrinar por el mundo durante ese año, y cumplieron, o se aprestan a cumplir, medio siglo de vivencias.


“El hombre que ve el mundo a los 50 igual que lo veía a los 20, desperdició 30 años de su vida”. 
                                                                           Muhammad Alí

sábado, 7 de julio de 2012

El legado de un triunfo


M.Sc Rodrigo Quirós Valverde

Aquella mañana tuve un deseo incontenible por sentarme a escribir. Me sucede de vez en cuando. Se presenta sin avisar y arremete con gran fuerza, haciendo que cualquier asunto –por urgente que sea –  quede pendiente para otra ocasión. Lo podría calificar como un impulso capaz de apoderarse de mi mente y de mis actos, es decir, algo así como caer en un trance hipnótico impostergable. Sin embargo, a pesar de su espontaneidad, siempre hay algo que lo incentiva, lo provoca, lo alienta…, y, en esta oportunidad, el catalizador fue enterarme de que un costarricense acababa de escribir una nueva y extraordinaria página en la historia de nuestro país.

Me refiero a lo realizado por el ciclista nacional Andrey Amador Bikkazakova, quien participó recientemente en el Giro a Italia –una de las tres competencias ciclísticas de ruta más prestigiosas del mundo- y que la mañana del sábado 19 de mayo ganó con una convincente demostración de su gran talento deportivo la catorceava etapa de este giro.

Acontecimientos como éste no suceden todos los días, y precisamente por su carácter inusual, rompen el rígido equilibrio de lo monótono, de lo superficial y lo trivial. Es algo así como encontrar un verde y exuberante oasis cuando estábamos a punto de desfallecer ante la inmensidad del estéril desierto de lo cotidiano. Máxime, cuando en aquel momento se registraban en el país una serie de hechos que indudablemente impactaron –de manera negativa- el deporte nacional. Entre éstos: futbolistas con un comportamiento inapropiado e inaceptable fuera de la cancha, jugadores que no recibieron su salario en el preludio de la final del campeonato de fútbol de primera división, un campeonato de fútbol “profesional” enturbiado por la falta de claridad en sus normas de competición y el palpable atraso en la construcción de algunas de las principales obras de infraestructura para los Juegos Deportivos Centroamericanos de San José el próximo año.

Ante esa perniciosa marejada de malas noticias en el ámbito deportivo, la sobresaliente actuación de Andrey nos llegó en el momento propicio para regocijar nuestro espíritu y colmarnos de esperanza para un futuro más halagüeño.

Lo realizado por Andrey Amador es tan significativo que sólo puede compararse con la medalla de oro de la nadadora Claudia Poll en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, el triunfo del atleta Nery Brenes en el pasado campeonato mundial (pista cubierta) de Estambul en los 400 metros planos, la destacada actuación de la selección mayor de fútbol masculina en el campeonato mundial de Italia en 1990, el primer lugar del atleta José Luis Molina en el Maratón de Los Ángeles, el título mundial de la boxeadora Hanna Gabriel, el ascenso al monte Everest por parte del escalador Warner Rojas o un poco más atrás el triunfo del atleta Rafael Ángel Pérez en la famosa carrera de San Silvestre en 1974.

Sin temor a exagerar, se puede decir que aquella mañana Andrey logró inmortalizarse, porque se colocó en un grupo selecto de costarricenses que en su disciplina deportiva brillaron más que otros, y, quienes demostraron a todo un país que cuando se lucha sin claudicar por una meta, ésta se puede alcanzar. Su victoria nos enseña que no existen límites cuando es más fuerte la mente y la voluntad, y que no hay imposibles cuando amamos lo que hacemos y nos esforzamos por conseguir lo que se anhela. Hoy Andrey, hace unas semanas Nery, y anteriormente los que les sirvieron de referencia e inspiración, se constituyen en nuestros modelos a seguir, especialmente para los niños y niñas de nuestra nación.

Por otro lado, algunos manifestarán que este hecho sólo estremeció los cimientos del deporte nacional y sirvió de aliciente únicamente a quienes se encuentran inmersos en ese campo. Pensar de esa manera sería una absoluta y total equivocación y un pecado inconmensurable, porque estaríamos ignorando la contribución histórica de las grandes proezas del deporte en la construcción de la idiosincrasia de los pueblos, al igual que ocurre con las grandes manifestaciones en el arte, la ciencia, la matemática, la filosofía, la política o la religión.

Todo lo contrario, lo logrado por Andrey Amador debe motivarnos a todos sin excepción, nos agrade o no el deporte.

Sería como haber cometido la osadía de decir que porque alguien es apasionado por el deporte, no experimentó gran orgullo y satisfacción cuando el astronauta costarricense Franklin Chang Díaz viajó por primera vez al espacio a bordo del transbordador espacial Columbia en el año1986, o cuando el artista Jorge Jiménez Deredia colocó la excepcional escultura de San Marcelino Champagnat en la Basílica de San Pedro en el año 2000.

Por lo tanto, celebremos todas y todos el triunfo de otro hijo predilecto de este terruño y sigamos su valioso ejemplo.
  
Mil gracias Andrey, hoy tu gesta deportiva nos fortalece y estimula a seguir infatigables en la búsqueda de nuestras metas personales y grupales. Estoy seguro que aquella memorable mañana de mayo permanecerá inspirando por mucho tiempo a miles y miles de costarricenses.

domingo, 25 de diciembre de 2011

El verdadero sentido de la Navidad

M.Sc Rodrigo Quirós Valverde


Con la llegada de diciembre, es común observar en las personas una gama muy particular de sentimientos y comportamientos. Algunos, con gran ilusión, buscarán sus regalos la mañana del veinticinco, otros, más analíticos, experimentan incertidumbre ante lo desconocido y ven el futuro como una gran caja de sorpresas, también están los que planifican al máximo y no dejan nada al azar, es normal observarlos ahorrar parte de su aguinaldo para alguna eventualidad. Otros, se preparan para el nacimiento del hijo de Dios –símbolo indiscutible de la Navidad–  y no se olvidan de ninguna actividad religiosa.

Pero, existe una realidad que a muchos les cuesta aceptar, se trata de aquellas personas que sobreviven en la miseria y para quienes la época navideña pasará prácticamente inadvertida.

Que oportuno, si ratificáramos nuestro amor por Jesús siendo generosos con los más necesitados, tal y como nos exhorta un conocido pasaje bíblico: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. (Mateo 25. 40)

En general, una variedad de rasgos retratan estos últimos días del año, poco a poco, los grandes aguaceros cesan y arriban los alisios, el “pelo de gato” y las bajas temperaturas. Se guardan los paraguas y hacen su aparición los abrigos y las bufandas, es ahí cuando nos percatamos de la cercanía de la Navidad. En fin, es un período con una magia que cautiva a la mayoría.

En los distintos lugares de trabajo se percibe una atmósfera diferente, hay más unión y solidaridad entre compañeros y las diferencias del pasado se suelen ignorar y hasta perdonar. Que beneficioso, tanto para los trabajadores como para las mismas empresas e instituciones, si nos comportáramos de esa manera durante todo el año, seguramente sufriríamos menos confrontaciones, que suelen distraernos de lo importante, lo esencial, lo humano… y nos conducen al distanciamiento y a la desmotivación.

En los hogares, ya no existe presión por llegar temprano al trabajo, escuela o colegio. Los hijos, tras finalizar el curso lectivo, pasarán más horas en casa junto a sus padres, generando un incremento en los vínculos afectivos y en ocasiones hasta algunos roces, que, generalmente, se solucionan con un buen café y el incomparable tamal navideño de la abuelita.

Lo habitual en las tiendas y centros comerciales, es la invitación al consumo de cientos y cientos de artículos. Ante ese ambiente, puede que sucumbamos a la tentación y hasta compremos lo innecesario. Sin embargo, lo ideal es la sensatez a la hora de utilizar nuestro aguinaldo.

Todo ese trajín de compras y despilfarro, hace que desvirtuemos el verdadero sentido de la navidad y que olvidemos que ésta fue creada para rememorar el nacimiento del hombre más importante en la historia de la humanidad.

Cada uno de nosotros, debería aprovechar esta época para meditar sobre ese trascendental acontecimiento ocurrido hace más de 2000 años. Quizá comprenderíamos que Jesús vino para ser la luz de un mundo que naufragaba en un mar de confusión y oscuridad, así como, que su paso dejó grandes enseñanzas y una nueva filosofía de vida.

En aquel tiempo, la llegada del Hijo de Dios encontró una sociedad sumergida en una profunda crisis, sin rumbo, en tinieblas... Ante tales hechos, es conveniente preguntarnos: ¿Cómo se encuentra hoy día nuestra sociedad? ¿Estaremos a las puertas de una segunda venida de Jesús?

La respuesta a la primera pregunta resulta obvia y con respecto a la segunda nadie lo sabe con exactitud. Sin embargo, este cuestionamiento nos debería conducir a una profunda reflexión en torno a nuestro papel como trasmisores de aquella luz que Jesús instauró siglos atrás.

Si realmente deseamos un mundo donde reine la paz y el amor, pidámosle al niño Jesús que nos ilumine para llegar a convertirnos en mensajeros de su luz y su palabra.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Por unos JUNCOS más inclusivos

M.Sc Rodrigo Quirós Valverde



A mediados del pasado mes de mayo, la comunidad del Instituto Tecnológico de Costa Rica se habituó a los gritos y aplausos de decenas y decenas de espectadores que, durante poco más de una semana, colmaron cada uno de los recintos deportivos con motivo de la realización de la edición número diecinueve de los Juegos universitarios costarricenses, más conocidos como JUNCOS.

Fuimos testigos del esfuerzo, sudor, sonrisas y lágrimas de cientos de deportistas. Como es normal en el deporte competitivo, algunos saborearon la dulce miel de la victoria y otros el amargo sorbo de la derrota, pero tanto para unos y otros, lo vivido representó una experiencia inolvidable que, como tinta indeleble, quedará para siempre en la memoria y el corazón.

Se podría citar muchas anécdotas que retratan el significado de estas justas para los deportistas participantes, pero las imágenes surgidas en cada uno de los días de competencia y divulgadas tanto por la prensa escrita como en las principales televisoras nacionales hablan por sí solas.

Fue palpable lo exitosos que fueron estos juegos en lo organizativo y en lo deportivo. Sin embargo, esta magna fiesta deportiva, registró la ausencia de algunas disciplinas que en el pasado brillaron con luz propia y que con sobrados méritos ganaron un lugar en este tipo de contiendas.

Entre estas disciplinas destaca el balonmano, que tanta emoción y espectáculo generó desde aquellos primeros e incipientes JUNCOS y que por razones poco racionales y convincentes, ha visto marginada su participación en las tres últimas ediciones.

En los JUNCOS del 2008 y 2009, cuyos anfitriones fueron la Universidad de Costa Rica y la Universidad Estatal a Distancia, respectivamente, los comités organizadores, conformados por autoridades y funcionarios de las universidades antes mencionadas, no tomaron en cuenta al balonmano como deporte oficial ni de exhibición. Propuesta que, posteriormente, fue avalada por la Federación costarricense universitaria de deporte (FECUNDE), argumentando en aquella ocasión que la decisión obedecía a un plan para fortalecer y desarrollar esta disciplina deportiva. Sin embargo, a la fecha, seguimos a la espera de acciones concretas como parte del citado plan que nunca se concretó.  

Para los recién concluidos JUNCOS, siendo el Instituto Tecnológico de Costa Rica el anfitrión, se tenía la ilusión de poder organizar nuevamente el torneo de balonmano. Primero se tuvo que luchar en FECUNDE, y, después de un prolongado período de diálogo y convencimiento por parte de nuestros representantes, se tomó la decisión de incluirlo como deporte de exhibición. Pero, a pocas semanas de la inauguración, quedamos atónitos al conocer que tanto los representantes de la Universidad de Costa Rica como sus similares de la Universidad Nacional, sin una justificación válida, no presentarían sus  equipos al torneo de balonmano.

Excluimos de responsabilidad a los jugadores y cuerpo técnico de los equipos de balonmano de esas dos casas de estudios superiores, no así a su dirigencia, a quienes la historia deportiva de nuestro país, en su momento, les exigirá una explicación sobre tales decisiones.

Porque, realmente cuesta digerir como dos universidades de tanto prestigio y trayectoria en la formación de profesionales en la enseñanza de la Educación Física, contando además con programas de extensión permanentes en esta disciplina y manteniendo una constante participación en torneos y campeonatos organizados por la Federación costarricense de balonmano, rehusaran inscribir sus equipos en el mayor encuentro deportivo universitario en Costa Rica, y, de paso, privaran a sus estudiantes y a los nuestros de una experiencia enriquecedora y formativa, como si estuvo al alcance de muchos atletas en otros deportes. 

Hacemos un llamado a la sensatez y la cordura a la dirigencia deportiva de estas dos respetadas universidades, recordándoles que como miembros de FECUNDE, tienen una responsabilidad ineludible con el desarrollo del deporte universitario nacional, y, que sus acciones deben posibilitar el florecimiento de la mayoría de las manifestaciones deportivas en estos centros de estudio y no obstaculizar su crecimiento. Recuerden, que están ahí para promover el deporte universitario y sumar deportes a los JUNCOS en lugar de reducirlos.

A la vuelta de la esquina están los juegos universitarios en su vigésima edición, la dirigencia deportiva universitaria en general y principalmente la de la institución sede – la Universidad Nacional- tiene la impostergable responsabilidad de devolverle al balonmano el sitial de honor que, sin ningún cuestionamiento, conquistó a través de la historia deportiva universitaria de este país.

Señoras y señores ustedes tienen la palabra.   

lunes, 14 de marzo de 2011

Una historia de Ángeles

M.Sc Rodrigo Quirós Valverde

Desde nuestra infancia hemos escuchado historias relacionadas con ángeles, en ocasiones a través de alguien cercano a nosotros -generalmente nuestra madre- y en otras mediante un libro, programa de televisión o película. Sin embargo, sea cual sea la forma en que nos percatamos por primera vez de su existencia, usualmente los hemos contemplado como seres celestiales que nos protegen  a lo largo de la vida –nuestro ángel de la guarda- o como los fieles emisarios de Dios.
Podría nombrar gran cantidad de relatos bíblicos que evidencian una participación destacada de estos personales en una amplia gama de roles, pero cito uno de ellos por la relevancia de la tarea encomendada. Se trata de aquel pasaje cuando un ángel del Señor se aparece en sueños a José y le dice: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es  engendrado, del Espíritu Santo es”. (Mateo 1.20)

Evoco también, con especial sentimiento, aquella primera oración que aprendieron mis hijos y que solían rezar al acostarse: “Ángel de la guarda,  mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día…”.
Además, en el “mundo” de los ángeles también existen jerarquías, es decir, algunos con mayor poder que otros. En la búsqueda de los más poderosos, nos encontramos con aquellos considerados como los reyes del Universo y sólo superados por la Santísima Trinidad, me refiero a los siete Arcángeles: Gabriel, Miguel, Rafael, Uriel, Jofiel, Shamuel y Zadkiel, de quienes sabemos comandan huestes de ángeles y que cumplen funciones trascendentales.
En síntesis, nadie desconoce lo que los ángeles han representado para muchas culturas y religiones a lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, ¿Quién de nosotros ha tenido alguna vez una experiencia personal con estos seres de luz?
Fue el año anterior, cuando conocí de la gran devoción que mantuvo la Madre Teresa por los ángeles. Asimismo, de la costumbre de recibirlos en los hogares.
Según esta costumbre, el recibimiento debe realizarlo la familia completa y ofreciendo a sus invitados frutas, flores, velas blancas, incienso y por supuesto una oración especial para la ocasión.
Después de discutirlo en el seno familiar, tomamos la decisión de ser sus anfitriones e iniciamos de inmediato todos los preparativos para tal acontecimiento. Hasta ese momento todo trascurría con normalidad, o al menos así lo percibía. Quizá, las actividades de fin de año, no me habían permitido reflexionar en lo que estábamos a punto de vivir.
Pero llegó el ansiado día, mis hijos lucían inquietos y a la vez un poco escépticos y cuando el reloj marcó las nueve de la noche, procedí a abrirles la puerta. Les dimos la bienvenida y nos presentamos –tal como lo indicaba la hoja de instrucciones que nos había proporcionado una amiga de la familia-. A partir de aquel instante, se sintió en el ambiente una presencia especial, divina, celestial… y no sé si fue mi imaginación, pero la casa súbitamente se llenó de una luz maravillosa, la mirada de mis hijos y mi esposa ya no era la misma, se notaba un  brillo especial –amalgama de ternura y amor-. En mi caso, poca a poco empecé a impregnarme de una paz que hacía mucho no sentía.

Durante, los días que estuvieron entre nosotros, hubo señales que demostraron su presencia. Todos – sin excepción- nos sentimos muy motivados y en términos generales se respiraba un ambiente de armonía y quietud. Al salir de casa nos despedíamos de ellos y al llegar los saludábamos y les contábamos como nos había ido durante el día. Puedo decir que, se integraron y prácticamente se convirtieron en miembros de la familia. Aunque no los podíamos ver, percibíamos su presencia.
Al cumplirse el tercer día, llegó el momento de decirles adiós. Esa noche, al ser las nueve saldrían de mi casa y se trasladarían  a otros tres hogares. Les agradecimos por haber compartido con nosotros y finalmente dejamos que se marcharan.
De pronto, un sentimiento de tristeza se apoderó de nosotros y la casa por un momento se vistió de soledad, coincidimos en ese momento que durante los últimos días habíamos gozado de una compañía verdaderamente plena y especial.
La experiencia fue valiosa en muchos sentidos, pero principalmente porque generó un aprendizaje en cada uno de nosotros. Por un lado, comprobamos que los ángeles realmente existen y están a nuestro lado, por otro, que son seres enviados por Dios para ayudarnos en nuestro peregrinar por este mundo, lo único que debemos hacer es invocarlos con fe y pedir su protección y ayuda.
Cada mañana, al salir de nuestro hogar, oremos a Dios para que,  a través de nuestro ángel custodio, guie nuestro caminar e ilumine nuestros pensamientos. Quizá, sea esta una forma de llevar luz y esperanza a todas aquellas personas con quienes interactuamos día a día.

Atletas del TEC con destacada participación en Panamá

M.Sc Rodrigo Quirós Valverde


El pasado 10 de octubre, se llevó a cabo la XXVII edición de la Carrera Atlética de la Universidad de Panamá. En esta oportunidad, el evento contó con la participación de tres atletas costarricenses: Jaime Sanabria Arrieta y Alex Serrano Solano -funcionarios del Instituto Tecnológico de Costa Rica- así como el estudiante de Ingeniería en Electrónica Reinier Camacho Quirós.
El jueves, antes de la competencia, cuando el reloj estaba a punto de dar las 11:30 de la noche, estos entusiastas atletas partieron hacia Panamá con sus valijas cargadas de sueños e ilusiones y con la convicción de realizar una gran carrera, merced a un riguroso período de preparación.
Después de un trayecto que por momentos parecía interminable, el puente “Las Américas” y una vista impresionante a la bahía nos dieron la bienvenida a una moderna capital panameña. Fue un largo y pesado viaje, pero el optimismo y entusiasmo permanecieron intactos en cada uno de ellos, pues anhelaban comenzar a escribir una historia de triunfos en ésta que sería su primera competencia internacional.
Después de descansar de tan extenuante viaje, conocimos aspectos importantes antes de tomar la salida en una prueba completamente desconocida para cada uno de nosotros, entre éstos: que los últimos metros de la prueba serían en ascenso –la famosa y temida “Colina” en el Campus Universitario– y que la competencia se desarrollaría en terreno completamente plano, apreciación que varió por completo al final del evento, ya que comprobamos que los columpios eran los invitados especiales durante los 8.5 kilómetros del recorrido.
La hora de salida de la competencia se fijó para las 7:30 de la mañana, con el objetivo de evadir las altas temperaturas panameñas y por esa razón nos pusimos en pie cuando el día apenas despuntaba.
Aunque los tres se notaban tranquilos, es normal que exista algún grado de nerviosismo en los atletas minutos antes de tomar la salida en una competencia. También es sabido que cada deportista conoce la forma de mitigar esa ansiedad usando algún “método” en particular. Por ejemplo, uno de ellos suele bajar el estrés corriendo quince o veinte metros como “alma que lleva el diablo”, acción que por espontánea y repentina, asustó a más de uno.         
Durante el calentamiento, se pudo constatar que éramos los únicos foráneos del pelotón, no obstante, en todo momento los atletas locales sobresalieron como excelentes anfitriones gracias a sus reiteradas muestras de amabilidad y deportivismo.
Primero salió la categoría especial -silla de ruedas- y un poco más tarde el resto de atletas. Participaron aproximadamente 150 en ambos géneros.
Cada uno, como es característico en este apasionante deporte, derrochó esfuerzo y coraje para alcanzar la ansiada línea de llegada. Al final sólo un hombre y una mujer, en cada categoría, llegaría antes que el resto. Sin embargo, con sólo vencer los 8500 metros, cada uno de los participantes se convirtió en un triunfador más, porque al igual que el primero, también debieron superar las mismas dificultades y obstáculos durante el recorrido.
Nuestros corredores, después de un excelente desempeño, obtuvieron los siguientes resultados: Alex Serrano ocupó el 11° lugar general y segundo en la categoría de funcionarios con un tiempo de 24 minutos y 29 segundos, Jaime Sanabria ocupó el lugar 21 en la general y tercero en la categoría de funcionarios con un tiempo de 25 minutos y 33 segundos y finalmente Reinier Camacho terminó en la posición 36 en la general con un tiempo de 26 minutos y 43 segundos.
Un agradecimiento a la institución por otorgarnos la posibilidad de asistir a este evento. De igual manera, a la Junta Directiva de la ADERTEC por la ayuda económica brindada a esta delegación.
Esperamos que el Instituto Tecnológico de Costa Rica pueda estar presente el próximo año en este evento atlético, tal vez con una delegación más numerosa y con un ingrediente que faltó en esta ocasión, la presencia femenina.
Finalizo dedicando una frase de Paulo Coelho tanto a los atletas que estuvieron en Panamá como aquellos que por diferentes razones no pudieron acompañarnos, pero que también dedican muchas horas a la semana para entrenarse: “Nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él”.