lunes, 20 de marzo de 2017

La Felicidad: Anhelo de la Humanidad


M.Sc Rodrigo Quirós Valverde


“En la escuela me preguntaron qué quería ser cuando grande y yo escribí: “Feliz”. La maestra me dijo que no había entendido la tarea, y yo le contesté que ella no entendía la vida”
John Lennon

En el curso de la historia, el ser humano ha buscado con ahínco la felicidad. Y, aunque en ocasiones creyó alcanzarla a través de lo material, la experiencia señala que la mayoría de las veces esa felicidad fue fugaz, efímera, exigua… Una considerable inversión de recursos para el logro de breves momentos de satisfacción que, posteriormente y de manera vertiginosa, desaparecen y se transforman en un simple espejismo.

Otros esfuerzos, por erigirse de lo intangible, lo espiritual y verdaderamente esencial, poseen la ventaja de que este sentimiento perdurará, pues aparte de alegrarnos se convierte también en un excelente bálsamo para el alma.

Escuchar el melodioso trinar de un jilguero en las faldas del volcán Irazú, admirar los inigualables colores de una bella orquídea, deleitarse con los cálidos colores del crepúsculo una veraniega tarde de diciembre o contemplar la tierna mirada de un hijo al expresar cuanto te quiere, son situaciones impregnadas de una sutil y extraordinaria magia que, desgraciadamente, a menudo ignoramos y desaprovechamos por el “escaso tiempo” de nuestras ocupadas existencias. Lástima que tanta ceguera impida que acontecimientos como éstos logren cautivarnos y penetrar hasta los sitios más recónditos del corazón. De permitirlo, seguramente experimentaríamos la felicidad en su máxima expresión.

No obstante, los tiempos modernos confabulan en nuestra contra y nos conducen por senderos estrechos, empinados y pedregosos en los que surgen más y más obstáculos así como falsos atajos que únicamente sirven para desviarnos de nuestro verdadero destino. Por eso, el coraje y la sabiduría deben asistirnos en todo momento para nunca claudicar ni abandonar el arduo caminar y la incesante búsqueda de nuestra felicidad.

Para nadie es un secreto que en el mundo de hoy reina lo material y la expresión: “Tanto tienes, tanto vales”, sigue predominando en todo el orbe. Tan tosca y cruda realidad dista radicalmente de muchas civilizaciones en la antigüedad, en donde a pesar de su gran esplendor, riqueza y poderío, lo espiritual gozó de un enorme significado e importancia, incluso para la élite gobernante. En esos días la prioridad de aquellos hombres y mujeres era agradar a sus deidades y luego satisfacer las necesidades de índole material, que aunque desde esas épocas han hecho la vida más cómoda y confortable, no siempre fueron los elementos preponderantes de la existencia humana.

En la actualidad, es necesario reflexionar permanentemente sobre aspectos trascendentales para la vida en sociedad. Uno de los temas prioritarios e ineludibles es sin duda el materialismo, y, aunque tratar de revertir situaciones tan estatuidas en nuestro medio resulte una tarea extremadamente difícil, siempre será positivo analizar desde diferentes ámbitos - la familia por ejemplo- lo pernicioso de conceder una excesiva y marcada importancia a los bienes materiales y algunas de sus prácticas más nocivas y deshumanizadoras como el consumismo desenfrenado. Además, si realmente consideramos a la familia como la célula social y se logra que en muchos hogares se dialogue sobre estos tópicos, posiblemente se obtendrá, a mediano plazo, un cambio de mentalidad que indudablemente repercutirá en las futuras generaciones.

Por otra parte, es necesario citar a los que rechazan la felicidad y pasan continuamente cerrándole la puerta cuando ésta se pasea seductoramente en la acera del frente. Se niegan rotundamente a mirar sus bellos atributos y cuando ella gira la cabeza para guillarles un ojo, de golpe y agresivamente accionan las temibles fauces de su persiana. Y, si a pesar de tantos desaires la felicidad insiste y toca la puerta, no lo piensan dos veces y de inmediato pasan el cerrojo. Por lo general, se trata de personas rodeadas de verdaderos motivos para vivir felices, pero padecen una miopía tal que sólo atinan a ver manchas o siluetas deformes y borrosas a su alrededor. Se caracterizan, además, por una terquedad desmedida y por ello no buscan una solución a su problema. Si lo intentaran quizá entenderían que la causa de tal ceguera radica en su propio ser interior, por lo general lleno de temores, carente de amor e imbuido en el fango del rencor. Primero debieran perdonarse a sí mismos y luego intentarlo con los demás, de esa manera, saldrían del sórdido infierno del odio y lograrían divisar con ojos renovados las múltiples oportunidades que la vida les ofrece para ser felices, y a la vez, llevar felicidad a los que le rodean.
          
Desde siempre el tema de la felicidad ha revestido una importancia mayúscula, es por esa razón que el 28 de junio de 2012 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el día 20 de marzo como el  “Día Internacional de la Felicidad” y se celebró por primera vez en el año 2013.

Esbozar un conjunto de recomendaciones que garanticen la felicidad siempre constituirá una labor infinita e imprecisa. Sin embargo, deseo sugerir, entre muchas, las siguientes: visite el lugar que siempre soñó, invierta tiempo compartiendo con las personas que ama, sin importar su edad tíñase el cabello, tatúese la piel o hágase un “piercing” si eso le hace sentirse bien, use la ropa y accesorios con los que más se identifique aunque estén pasados de moda, realice actividad física o practique su deporte preferido y si aquello no le agrada, entonces vaya al teatro, al cine, a exposiciones o al concierto de su artista preferido, cultive sus destrezas escribiendo poesía o ensayos, aprenda a interpretar algún instrumento musical, pinte oleos o acuarelas o simplemente dibuje lo que desee, acérquese a la naturaleza, admírela e imprégnese de su grandeza, coleccione monedas, billetes o cualquier otro objeto de su interés, si le agradan las plantas cultive sus favoritas, si lleva una mascota a su hogar trátela bien y otórguele cariño, busque incansablemente su crecimiento espiritual e incremente su fe, sea cual sea sus creencias, indudablemente es el mejor alimento para el alma cuando las fuerzas lo empiecen a abandonar, ame las personas que tenga a su alrededor y practique siempre el bien, aléjese de personas agresivas y malintencionadas,  construya y aporte en lugar de criticar y destruir, no use “máscaras” y sea sincero. 

En fin, hágase amigo incondicional de la felicidad e invítela a pasar a su vida, para ello abra de par en par la puerta de su corazón y siempre trátela bien para que nunca lo abandone. De esa manera, empezará a viajar por el camino amplio y despejado, comprendiendo, quizá por primera vez en la vida, el verdadero sentido de su existencia.

“La felicidad a menudo se cuela por una puerta que no sabíamos que había quedado abierta”

John Barrymore