martes, 12 de enero de 2021

2020: Un año para el olvido

 

M.Sc Rodrigo Quirós Valverde

 

“A lo largo de mi vida nunca imaginé que viviría algo semejante. Confieso que por momentos me invadió la ansiedad y el pesimismo por un futuro incierto”

 

     En los albores de la crisis desatada por la aparición, propagación y efecto del COVID-19 en Costa Rica, empiezo a escribir este ensayo con el objetivo de esbozar mis puntos de vista sobre esta inusual situación que enfrenta el mundo entero, incluido este pequeño país en el centro del continente americano.

Refiriéndome a los primeros meses de pandemia, puedo citar los reportes diarios transmitidos al medio día y en directo por la televisión nacional. En éstos, las autoridades de salud del país informaban sobre el número de personas contagiadas, recuperadas, internadas en las Unidades de Cuidados Intensivos de los hospitales y por desgracia el número de decesos, que para aquellos momentos era de 7 en todo el territorio nacional. Hoy, lamentablemente, se contabilizan más de 2 mil personas fallecidas.

Fuera de nuestras fronteras, las noticias revelaban un panorama apocalíptico en naciones europeas como: Italia, España y Reino Unido. De igual manera, en países del continente americano como: Estados Unidos, México y Brasil. Solo por mencionar algunos de los países con mayor incidencia y afectación provocada por el nuevo coronavirus.

Se habló ampliamente sobre el golpe devastador que sufriría la economía mundial en todas sus manifestaciones debido a las medidas restrictivas impuestas por los gobiernos de las naciones con el fin de frenar el avance de esta mortal enfermedad, entre estas: cierre de establecimientos y aeropuertos, suspensión de actividades culturales y eventos deportivos, clausura de instituciones educativas, restricción vehicular, cierre de fronteras y confinamiento de la población. En Costa Rica uno de los sectores más afectados fue el Turístico.

Otro aspecto que llamó poderosamente la atención fue el efecto ambiental positivo en todo el orbe gracias a las mencionadas medidas restrictivas y de confinamiento establecidas en la mayoría de los países.

No cabe duda de que, durante esta pandemia, el planeta ha estado paralizado y aterrorizado por un virus que brotó a finales del 2019 en Wuhan en la China Central y poco a poco se fue extendiendo hasta propinar un abrazo mortal primero a Asia, luego a Europa y después al resto del mundo.

La mayoría de los gobiernos y líderes en el mundo, al ver esa brutal embestida, tomaron desde un inicio medidas para mitigar su impacto, algunos con mayor éxito que otros, pero al menos lo intentaron. Sin embargo, unos pocos, en un acto irresponsable no hicieron nada, poniendo a sus ciudadanos y a los países vecinos en peligro inminente de contagio. En América, muchos países, al ver el desastre en Italia y España tomaron con gran seriedad esta amenaza y actuaron con prontitud y eficacia, quizás beneficiados porque hubo tiempo para preparar la estrategia y enfrentar de la mejor manera esta situación.

En este sentido, considero que los líderes en materia de salud de mi país han actuado de manera responsable, librando tal vez de una tragedia sin precedentes a toda la nación. No obstante, hubo acciones y decisiones que pudieron haberse hecho mejor y de una manera más oportuna.

Actualmente se lucha con tenacidad para esquivar una segunda ola de contagios y el panorama se complica por momentos, pese al esfuerzo y a las medidas emitidas por el Ministerio de Salud.

Pero, quisiera comentar un poco de como he vivido personalmente esta situación, que en mi vida y en la de millones y millones de personas en el mundo, no existe precedente alguno. Y esa es la razón principal, porque lo que le sucede hoy al mundo, hace muchísimos años que no ocurría y por ello es tan difícil enfrentarlo, ya que se trata de una enfermedad hasta hace poco desconocida y con un alto índice de mortalidad.

Sabemos que los grandes científicos en el mundo continúan invirtiendo horas y horas de trabajo e investigación en sus laboratorios y que la nueva vacuna contra el COVID-19 se ha comenzado a aplicar en varios países del mundo, entre ellos: Reino Unido y Estados Unidos. Además, que existen otras vacunas en las últimas fases de prueba y muy pronto serán aprobadas y autorizadas para su producción y aplicación. Aunque son resultados esperanzadores, hay que tener paciencia y continuar con todas las medidas sanitarias recomendadas para evitar enfermarnos, dado que deberán pasar algunos meses antes de inocular a un porcentaje importante de la población mundial y empezar a ganarle la batalla a este coronavirus.

Volviendo al plano personal, esta pandemia hizo que mi actividad laboral diera un giro inesperado y que obligado por las circunstancias adoptara el teletrabajo como la única opción viable para continuar laborando. Sin embargo, debo confesar que el hecho de trabajar desde mi casa, gracias a Dios junto a mi familia como valioso apoyo, no fue fácil de llevar, ya que me desempeño en una rama profesional en la cual predominan los espacios abiertos y amplios, así como los grupos de personas y el movimiento corporal, por lo que estar en mi casa las 24 horas del día hacía monótono cualquier accionar, aunque se buscaran maneras creativas y no tan repetitivas de enfrentar las tareas diarias.

Esta modalidad de actividad laboral fue asumida por la institución educativa para la cual trabajo. De esa manera, se pasó de la tradicional modalidad presencial de enseñanza y se adoptó el modelo virtual o remoto de aprendizaje.

Considero que fue una decisión sensata y prudente, aunque un tanto tardía, porque como se ha afirmado reiteradamente durante estos meses, la salud está por encima de todo, incluida la educación.

Definitivamente esta situación ha probado la fortaleza de cada mujer y cada hombre en este país y en el mundo entero. La paciencia y el sacrificio de no poder salir libremente de nuestras casas y reunirnos con familiares y amigos me ha hecho reflexionar en lo poco que valoramos aquella libertad que tuvimos antes de la pandemia. Hoy día, se extraña y anhela al verla seriamente limitada por la situación extrema que estamos atravesando. Imaginemos entonces lo que puede sentir un ser humano que por no medir sus actos la pierde por completo y debe pagar ese error con la privación de su libertad en el interior de una fría celda. En esa circunstancia muchos añorarían tener casa por cárcel y nosotros que sabemos que pronto volveremos a la normalidad, ya no soportamos un día más en nuestros hogares.

Extraño el viento sobre mi cara, pero libre de tapabocas, cuando salía a correr después del trabajo, el saludo de mis compañeros al llegar a la oficina por la mañana, sentarme a charlar con mi mamá, las salidas en familia los domingos sin tantas restricciones y, en general, la vida que tenía antes de esta pandemia.

Hoy, todo eso se ha visto afectado drásticamente por culpa de un virus que nos tiene de rodillas. Por eso, cuando recupere aquella libertad de antes, voy a disfrutarla a plenitud y le daré su verdadero valor por el resto de mi vida. Un valor que por muchos años ignoré.

Al comienzo de esta pandemia hubo temor y una honda preocupación en gran parte de la población mundial. Todo esto, en el marco de la modernidad y en un mundo cada vez más tecnológico. Ante eso me pregunto: ¿Si experimentamos tales sentimientos en plena era del conocimiento, entonces cómo se habrán sentido las familias hebreas, esclavas en el antiguo Egipto del faraón Ramsés II, la noche en que todos los primogénitos egipcios perdieron la vida por la terquedad de su propio líder? Aunque tenían fe en Dios, confiaban en Moisés y fueron obedientes al marcar con sangre de cordero la puerta de cada una de sus humildes moradas, no hay duda de que sintieron angustia y zozobra en aquellos instantes de oscuridad, desesperación y llanto. Pero lo superaron. De igual manera sucederá en Costa Rica y en el mundo entero con la pandemia del COVID-19. Lógicamente habrá personas sacrificadas que perderán la vida por esta enfermedad, pero como civilización saldremos adelante, como ha ocurrido antes en los momentos más críticos y complejos de la historia de la humanidad.  

 

“En esta pandemia aprendí a ser disciplinado, me reinventé y conocí más a mi familia. Hoy valoro y extraño todo aquello que tenía antes de la llegada del COVID-19. Pero, ante todo, pienso que crecí como ser humano”