viernes, 4 de octubre de 2019

De patriotismo, aflicciones y remembranzas


M.Sc Rodrigo Quirós Valverde

Se marchó el noveno mes del calendario y con él, el incesante sonido de los tambores, platillos y liras de las bandas estudiantiles; que con gran entusiasmo ensayaron y participaron en los tradicionales desfiles de celebración de nuestra fecha de independencia.

De igual manera, aunque ha decrecido considerablemente, fue notorio observar las fachadas de casas y edificios, principalmente de instituciones educativas y del sector gubernamental, vestirse con los colores patrios -blanco, azul y rojo- lo que generó un ambiente alegre y festivo.

Bien podría decirse que, tanto el sentido del oído como el de la vista, se aliaron para recordarnos a cada instante que transitábamos por el mes de setiembre; que para los costarricenses o “ticos” como nos suelen llamar en el exterior, representa el mes de nuestra querida patria.

Sin embargo, en lo personal, este setiembre no será igual a otros por dos tristes razones. En primer lugar, la inesperada partida de un entrañable compañero y amigo y, además, por el adiós de un ícono de la música romántica por varias generaciones.

Empezaré diciendo, sobre este último, que para los que superamos las cincuenta primaveras de existencia y por consiguiente crecimos con sus canciones, no existe una sola melodía de Camilo Sesto que no nos traiga algún recuerdo de nuestra niñez o adolescencia. Como no pensar en el beso amoroso de nuestros padres antes de salir hacia la escuela y no relacionar ese bello momento con sus primeros éxitos a inicios de 1970, entre ellos: “Todo por nada” o “Amor amar”. O aquella primera vez que bailamos durante un baile colegial con la compañera de sétimo año que nos gustaba y al fondo se escuchaba aquella inolvidable canción: “Piel de ángel”. 

Por esa razón, quien diga que no se enamoró y hasta derramó lágrimas escuchando las canciones de este extraordinario cantante y compositor español sencillamente no es de este planeta; porque no solo abarcó al público de habla hispana, sino a muchos otros, ya que también cantó y conmovió a millones de personas en idiomas como: inglés, alemán, italiano y portugués.

La desaparición física de Camilo nos deja una profunda nostalgia, ya que vivimos y disfrutamos de su monumental e inagotable éxito y ahora que ha partido se va con él buena parte de nuestras vidas. Muere el artista pero nace la leyenda.

La otra aciaga noticia de este mes fue el deceso de alguien a quien siempre respeté y admiré por su profesionalismo y entrega en su labor docente. Un visionario como pocos, emprendedor de innovadores proyectos, perfeccionista en su quehacer y entusiasta, por no decir devoto, del deporte de sus amores: el baloncesto; actividad que desarrolló con gran pasión y entrega a lo largo de los años. 

Me estoy refiriendo a Mario Portuguez, compañero de trabajo en la Unidad de Deporte del Instituto Tecnológico de Costa Rica desde 1998; Coordinador de Unidad o Director de Escuela, daba lo mismo, porque podían cambiar sus funciones, pero no cambiaba el ser humano, su trato y su decencia a la hora de relacionarse con los demás. La frase: “Duro con los procesos, suave con las personas”, lo retrata a la perfección.

Ese fue Mario, el gran compañero, pero ahora quiero hablar de Mareo, el amigo. Aquí quiero aclarar, para los que no lo saben, que Mario usó el nombre Mareo como seudónimo. 

Y es que los caminos de la vida suelen ser extraños, porque, aunque fuimos compañeros de trabajo por un tiempo, nunca tuvimos la oportunidad de departir en otra actividad que no fuera en el plano estrictamente laboral. Pero hace un par de años atrás, estando de vacaciones con mi esposa y mi hijo en el Pacífico sur de nuestro país, concretamente en el sector costero de Ojochal; me encontré con Mareo, quien al igual que yo gozaba de las hermosas playas del lugar junto a una de sus hermanas y algunos sobrinos. Conversando en Playa Ventanas pude escudriñar en el pensamiento de Mareo y conocerlo verdaderamente, comprobando así su  invaluable calidad humana.

Como era característico en él y por su amplio conocimiento de la región, nos invitó al Golfo Dulce y adoptó en ese momento la función de nuestro guía personal sin siquiera habérselo solicitado, evidenciando de esa manera aquel rasgo tan arraigado en su forma de ser, que lo definía como una persona que disfrutaba de servir y colaborar con los demás.

De aquella inolvidable y muy grata visita al golfo, quedará para siempre en mi retina, verlo en la playa con mi hijo y sus sobrinos; explicándoles con su singular estilo, la forma correcta de tomar y accionar el remo para navegar en kayak. Y pensé en aquel momento que aunque habían pasado varios años desde su jubilación, mantenía intacto su carisma y amor por la enseñanza. Y una vez de regreso en Cartago y como era de esperarse, no tardó en agradecerme por haber compartido con él y su familia aquel espectacular día de paseo.

Ese fue Mareo, el servicial, el afable, el sensible, el bondadoso, el alegre, el que cuidaba los pequeños detalles, amante de la naturaleza y cariñoso con sus mascotas, excelente hijo, hermano, tío y amigo.

Una vez hablamos de realizar un viaje al cerro Chirripó, ya que nunca lo he visitado. Sin embargo, por lo repentino de su partida, no pudimos llevarlo a cabo.

A su funeral, no pude asistir, confieso que me faltó valor para ir a despedirle, tal vez por la tristeza que me embargaba o porque simplemente quería conservar intacta la última imagen de Mareo, siempre jovial y sonriente con sus amigos.

Mil gracias Mareo por tu compañerismo y tus consejos, pero principalmente por tu amistad. Quizás cuando yo también parta de este mundo, podamos realizar aquel viaje que dejamos pospuesto y, junto con otros de nuestros amigos, logremos alcanzar la añorada cima.


Después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida
Mario Benedetti